Aquí volvemos y como
siempre o mejor dicho, últimamente a contar cacaos mentales. Si es que a este
paso me dará para un libro!
Pasando al meollo del
asunto, últimamente me pasan cosas bastante raras. Bastante raras en el sentido
de que me ha pasado lo mismo con personas diferentes en un espacio muy corto de
tiempo. Demasiada casualidad? Me la pela, sinceramente.
La cosa es que por una
serie de razones aún desconocidas por aquí el señor escritor, empiezan a pasar
otras cosas que avanzan de una manera y llegan a un punto fatídico.
La cosa es que han pasado
en años diferentes estos sucesos (si, diréis: pero no habías dicho espacio
corto de tiempo? No hace falta ser físico nuclear para pillarlo), y la cosa es
que como el típico propósito de año nuevo me propuse pues en lugar de conseguir
dinero, salud o la paz mundial, ser un cabrón. Si, exactamente eso, ser un
cabrón con la gente, con cada uno en mayor o menor medida pero un cabrón.
Porque con el tiempo me he dado cuenta que los buenos no se comen una mierda, están
ahí y que majos que son ellos, pero son los cabrones, los que desprecian los
que se llevan el pastel. Los que crees que por no ser sensibles no pueden
ganarte porque eres un romántico y tu las quieres mucho, pero no! Estás
equivocado chaval. Sinceramente, parece que les guste que se les trate como un
ser inferior o algo no sé, pero parece que entre elegir que pasen de tu cara y
tener marrones cada día a que te traten como te mereces y poder estar de coña
eligen la primera opción, a cuadros te quedas, lo mandas todo a tomar por culo
y dices: Que ostias! Yo también puedo mandar a tomar por culo a la gente!
El problema es que si,
empecé con el intento de cabrón, pero si he llegado a la misma situación que la
anterior vez es porque algo he hecho mal. Supongo que una cara bonita y una
buena persona me pueden.
Fácil, no?